"...no veo por qué hay que tolerar invariablemente lo que nos viene de antes y de fuera, y así a los seres que amé y que amo les fui poniendo nombres que nacían de un encuentro, de un contacto entre claves secretas, y entonces mujeres fueron flores, fueron pájaros, fueron animalitos del bosque, y hubo amigos con nombres que incluso cambiaban después de cumplido un ciclo, el oso podía ser mono, como alguien de ojos claros fue una nube y después una gacela y una noche se volvió mandrágora..."
Los autonautas de la cosmopista
J. C.